lunes, 28 de marzo de 2011


Clavo ardiente

Dos adioses ponen fin al día, a ése que mereció la pena vivirlo porque tú estabas conmigo. El viento agita las cortinas, que se balancean bailonas como mi corazón, cuando llegas y concentro en un beso toda mi alegría desbordada, o cuando te marchas y un hasta mañana entristece mi ánimo hasta la llegada del alba. Paso la noche en tinieblas, como en un akelarre brujeril, enciendo la llama del recuerdo para iluminar el valle por el que entre verde fronda, dos amores, se aman. Y sale, de nuevo, el sol revividor, amortiguador de los golpes de la vida, que , a veces, se me muestra remolona en servirme las apetencias cotidianas, que ansío con la fuerza de un tornado. Regresa la calma chicha, aportándome vivencias y destinos, fortaleciendo el nudo que he afianzado alrededor de tu alma. Lo intangible, lo bello, lo intenso… todo lo percibo cuando estás a mi vera, olvido lo que no me gusta, los recuerdos, que no quiero recordar y me agarro a un clavo ardiendo, aunque me queme y las llamas me devoren, porque, espero tener siempre el frescor del agua, que me proporciona tu aliento.