sábado, 13 de junio de 2009

A VECES OCURREN LOS MILAGROS

Cundo con versos el alimento necesario
para que la astenia no se apodere
de mis sentidos, que se alborotan
cuando el estómago tiene ansías
de tiempos y cariños.

Pongo miel sobre el pan, intentando que las moscas
posen sus sucias patas en otras rebanadas,
como con avidez otro pan, otra miel,
ésa que suaviza los anocheceres,
cuando cae con mansedumbre,
un otoño más sobre nuestras vidas,
y platean las sienes como hojas caídas,
que ven lejos el árbol del que nacieron.

Y después… ¡ay!... después el invierno.

Tal vez, debería cambiar mi manta de suspiros
y tejer otra más acogedora con plumas de ilusión,
esa que a veces necesito, para cubrir
el frío que agarrota mis sentidos,
cuando cae la nieve de la desesperanza
y miro continuamente el buzón de correo,
esperando encontrar unas palabras
que calienten mi corazón.

Afortunadamente como decía el poeta
“a veces ocurren los milagros”
yo también los siento cuando rozas mi piel,
lees mi pensamiento, me miras a los ojos,
besas mis labios, aunque los sellemos sin palabras,
porque a veces… lo más bello es lo no dicho.

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