lunes, 6 de julio de 2009

Cenicienta

Tejo fantasías en la oscura nocturnidad,
cuando en el reloj de la ficción,
quedaron, ya lejos, las doce campanadas,
ya no existe zapato de cristal,
y el príncipe continúa en su reino.

La calabaza de la vida,
-en mi mundo imaginario-
la convierto en la carroza de la felicidad
tirada por cuatro elegantes corceles:
la esperanza, la fe, la cordura y el amor.
Y dentro de ella, yo, radiante,
tocada con una corona de solares rayos
que iluminan el camino hacia la felicidad.

A lo lejos, muy lejos, vislumbro,
entre matorrales de ilusión,
el castillo de mi príncipe encantado,
que cuando logre tener, será
el encantador de mis sueños, hechos realidad.

Carrusel de ilusiones…
algodones de azúcar…
penas garrapiñadas con miel…
lágrimas acarameladas, envueltas con alegría…

Escribo en un papel el cuento,
esperando que un día el príncipe,
calce en mi pié, el cristalino zapato
y deje de ser por siempre
la cenicienta del amor.

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